"El Pianista", de Manuel Vázquez Montalbán

Una mirada crítica del pasado


02/11/2015, Juan Bértiz. Socialismo Revolucionario, Barcelona

            En 1989 el PSUC realizaba una declaración sobre el POUM y los hechos del 37 en el que se reconocía que las acusaciones vertidas contra este partido no eran ciertas y se comprometía a contribuir al total esclarecimiento de la represión que sufrieron sus militantes, incluso si salían a la luz las responsabilidades del partido comunista catalán. Ese año estaba en pleno proceso la política de la transparencia en la URSS fomentada por Gorbachov, el muro de Berlín se desmoronaba y numerosos historiadores y algunas instituciones, entre ellas la Fundación Andreu Nin, habían comenzado a investigar los archivos abiertos por la política de la glasnot.

            En el Estado español el PSUC había sufrido, a comienzos de la transición, una escisión traumática y perdido buena parte de sus fuerzas. Sin embargo, la campaña contra la OTAN había estrechado lazos con otras organizaciones de la izquierda, entre ellas algunas trotskistas, y se fundó una coalición, ICV, que aglutinó a una buena parte de los partidos y corrientes de la izquierda o por lo menos facilitó el intercambio de análisis y puntos de visto del presente, pero también de la historia.

Es evidente también que el PSUC de finales de los ochenta nada tenía que ver con el partido que era a finales de los treinta. Había abandonada la defensa a ultranza del estalinismo, se había realizado alguna crítica a su concepción organizativa anterior y durante los años finales del franquismo se había encauzado hacia los movimientos sociales y había incorporado a numerosos activistas sindicales y sociales. También resultó innegable la aportación intelectual de algunos militantes de los setenta y ochenta, como Manuel Sacristán o Francisco Fernández Buey.

            Todo ello contribuyó a que, a instancias de muchos historiadores, de la Fundación Andreu Nin o de organizaciones como la LCR y otras corrientes marxistas, el PSUC adoptara esa declaración. Pero quien sin duda más incidió en ella fue Manuel Vázquez Montalbán, uno de los mejores escritores de la época, militante del PSUC desde hacía mucho tiempo y sensible a la historia de los movimientos sociales y políticos de Cataluña. Además, unos años antes, en 1985, había publicado una de sus mejores novelas, El Pianista.

            El protagonista de su novela es Alberto Rosell, un pianista que aparece de forma sinuosa en las tres partes que conforman el libro. La primera parte se sitúa a mediados de los años ochenta, con un PSOE recién llegado al gobierno, una progresía en clara decadencia y una ciudad, Barcelona, que comenzaba a dejar atrás su época bohemia y cultural para devenir, con los Juegos Olímpicos, otra cosa, la mejor tienda del mundo, según refería una campaña publicitaria de la época. Un grupo de amigos, conocidos durante su militancia comunista en la universidad y que viven de forma diferente los nuevos tiempos de la recién terminada transición e incorporación a la Europa de la CEE, acaban la noche en un tugurio del barrio chino barcelonés reconvertido a bar de moda y en él, entre travestis y famosos, conocen a un anciano Alberto Rosell, pianista del local. En la segunda parte, asistimos a la cotidianidad del barrio viejo de Barcelona, el Raval, durante los años más grises del franquismo. Un grupo de vecinos recorren los tejados del barrio y en él va un realquilado, Alberto Rosell, recién salido de prisión por su militancia poumista y que busca un piano para retomar su actividad musical. Estos vecinos reflejan una voluntad de salir adelante aun cuando la mediocridad que les rodea y la represión que sufre el país se empeñen en recordarles bajo qué régimen se hallan. En la tercera parte vemos a ese mismo personaje en el París del Frente Popular y durante los días previos al estallido en España de la Guerra Civil. Es un joven becario y militante del POUM que asiste a la actividad política en la capital francesa y en la que participan un grupo de españoles. Choca con Luis Doria, un músico que aparece también, triunfador, en la primera parte de la novela y que representa, al contrario que Alberto Rosell, al artista pagado de sí mismo, excéntrico, ajeno en realidad a la sociedad que le envuelve.

            Vázquez Montalbán consigue acercarse, a veces con sardónica ironía y a veces con ternura, a una realidad poco grata, la de los eternos perdedores en las batallas colectivas e individuales. Hasta ese año muchos fueron los escritores que se acercaron al periodo de la Guerra Civil - una etapa sobre la que ha se ha escrito mucho, tanto desde una perspectiva literaria como de estudio histórico - y al de la vida bajo el franquismo, pero además, su primera parte, es uno de los primeros acercamientos desde la literatura a este periodo de la transición que comenzó cuanto menos con la muerte del dictador y acabó con el ascenso del PSOE al gobierno, en el ochenta y dos, que dio paso a una profunda decepción y desmovilización.

            Pero también esta novela supone un acercamiento al POUM, un partido desconocido, doblemente olvidado, como reza el título de un documental de Jordi Gordon, y del que comienza a hablarse – y por ende también de la revolución española - sobre todo a partir de los noventas y de la película Tierra y Libertad, de Ken Loach, junto a la aportación de ese grupo de historiadores que mantuvieron viva la memoria del POUM.